El Turismo y la salida de la pandemia
Por Manuel J. Marchena Gómez – Catedrático de Análisis Geográfico Regional- Universidad de Sevilla
Sobre el comportamiento de la dinámica turística en los venideros a la pandemia, los expertos –estimando sólo a aquellos que no exclusivamente se limitan a utilizar para el turismo el prefijo re (rediseñando, reinventando, reelaborando, repensando, reconduciendo…) o que aplauden el decrecimiento- avisan que será prácticamente imposible que la sociedad renuncie a la movilidad y que la malhayada “nueva normalidad” es solo un artificio que esconde la voluntad de volver a la normalidad de siempre. Nuestra previsión es que no cambiarán demasiados aspectos comportamentales en este trance distópico. Dicho de otra manera, la movilidad constituye una conquista social irrenunciable en el Siglo XXI. Forma parte de la cesta básica de la conducta de los ciudadanos en la mundialización; otra cuestión es cómo se configure en el contexto de una situación distópica: la globalización, la disrupción energética y tecnológica, el estado-nación, la desigualdad económica y la democracia liberal.
Pues sí, el bienio 2020/21, han sido tristes en el ámbito del desarrollo turístico, porque en un momento considerado como histórico, ha sido parada en seco la movilidad y la desescalada ha encontrado las mutaciones propias al COVID-19. Veremos a ver. Si llevamos este triste asunto al absurdo, por ejemplo con el caso paradigmático de Venecia, observamos que antes de la pandemia se exigía una desmasificación dura del turismo en la ciudad de los canales; abogándose hoy, ante la catástrofe pandémica, por la vuelta a la denostada vulgarización del destino. Pareciera que no hay nuevos caminos de reinvención turística que su forma elitista.
Lo que urge es evaluar a escala global, los protocolos de seguridad en visajes y establecimientos turísticos, el impacto tarifario y de precios, o la compatibilización sobre regulaciones internacionales de movilidad y sanitarias a la espera de la mundialización de la vacuna.
Es innegable que deberían resolverse los indeseables efectos de la vulgarización turística ¿Quién lo discute? Pero más allá de los comportamientos sociológicos estructurales sobre la movilidad de los ciudadanos, tendríamos que reflexionar sobre el innegable peso de la actividad turística por el gasto de los no residentes en las sociedades desarrolladas, pero también las subdesarrolladas y periféricas. Y que dicho valor resulta muy complejo trastornar radicalmente.
Se ha cantado por una némesis del turismo, castigo ríspido que ha llegado para solar de los teóricos del decrecimiento y los detractores de la vulgarización turística. Se reclama el turismo de calidad, es decir, el de la desigualdad en la capacidad adquisitiva, el de menos densidad vía precios y tarifas aéreas disuasorias. La cuadratura del círculo: no hallamos ninguna mejor idea bajo la catástrofe pandémica; sí un derroche por exceso, de ideología. Un acoso y derribo imposible a la universalización del turismo.
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