Un apunte regional sobre la tendencia reciente de la inversión extranjera directa
La paulatina recuperación de la economía internacional tras la última crisis se está viendo acompañada de un intenso proceso de reflexión y debate acerca de los efectos de la globalización y su devenir futuro (a título de ejemplo, el reciente documento de la Comisión Europea: Reflection paper on harnessing globalisation).
En este contexto, recientemente se han publicado las últimas estadísticas sobre los flujos de inversión directa de la economía española (Ministerio de Economía, Industria y Competitividad), así como el Informe Anual del Banco de España, con interesantes aportaciones al respecto.
Desde el año 2008, la tendencia en materia de inversión extranjera directa (IED) ha sido contractiva a escala mundial. Los datos correspondientes a 2016 revelan un descenso global de la IED del orden del 13,0%, al abrigo de la contención en el crecimiento y el comercio mundiales. La incertidumbre internacional, junto con determinadas tensiones y actuaciones regulatorias han moderado el avance en los flujos de capitales, relegando los factores más idiosincráticos de las economías receptoras en las decisiones de inversión, frente a una mayor prevalencia de elementos globales o tendenciales. Circunstancias, en última instancia, que inciden sobre la propia asignación de recursos, la difusión tecnológica y la productividad total de los factores en el largo plazo.
Para el caso español, en este contexto general de retroceso de las inversiones exteriores, se ha conseguido mantener un flujo creciente de las inversiones recibidas desde el resto del mundo. En el año 2016, España captó más de 33 mil millones de euros, un avance interanual del 30,8% en términos brutos, en sintonía además con el gradual incremento experimentado en los últimos años.
Fuente: Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.
No obstante, como señala el mencionado informe del Banco de España, nuestra economía mantiene un saldo deudor en la posición de inversión internacional neta del 85,7% del PIB en 2016. A pesar de la moderación en los últimos años, impulsada por la reducción de la deuda privada, el ajuste por cuenta corriente y la normalización de los mercados financieros, este desequilibrio aún supone un notable elemento de vulnerabilidad. Especialmente, en la comparación con el contexto comunitario, lo que renueva el necesario impulso por la búsqueda de ganancias de competitividad de la economía, mientras prosiguen la consolidación presupuestaria y las reformas estructurales.
En este escenario, la trayectoria de los flujos de IED durante los últimos años no ha modificado su correspondiente concentración y estructura regional, ya corroborada en anteriores entradas del blog para el periodo 1997-2013. Como pone de relieve la tabla siguiente, la Comunidad de Madrid ha continuado concentrando alrededor de la mitad de las inversiones brutas recibidas por la economía española en los últimos tres ejercicios (excluidas ETVEs – Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros), mientras que Cataluña atrae una quinta parte de la IED total. Sin duda, el efecto sede central de las empresas receptoras explica buena parte de estas circunstancias, sin atisbo de cambio esperable a la vista de las últimas cifras disponibles. El protagonismo del resto de Comunidades Autónomas españolas en las corrientes de capital con origen exterior presenta una notable volatilidad, consecuencia principal de la existencia de operaciones puntuales de inversión.
Comunidad Autónoma de destino de la IED bruta recibida (excluidas ETVE)
Similar lectura se produce desde la perspectiva de la IED emitida, incluso más acentuada. En este caso, conforme refleja la siguiente tabla, Madrid vuelve sobresalir de modo estable como la región con mayor cifra de capital invertido en el exterior en términos brutos en el periodo 2014-2016. La volatilidad vuelve a manifestarse como la tónica dominante para el resto de Comunidades.
Comunidad Autónoma de origen de la IED bruta emitida (excluidas ETVE)
De este modo, la crisis no ha influido sustancialmente sobre la concentración regional de los flujos de IED de la economía española, reduciéndose de este modo las posibilidades de paulatina convergencia por la vía de los capitales foráneos recibidos. No en vano, la IED recibida por los territorios genera efectos positivos en términos de crecimiento, transferencia tecnológica y, en suma, productividad. En todo caso, un equilibrio regional en los flujos de inversión recibida a añadir a la actual agenda de reflexión y debate sobre el futuro de la globalización.
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