La cohesión territorial europea en entredicho
Por; José Villaverde Castro Catedrático de Fundamentos de Análisis Económico. Universidad de Cantabria.
Tras las elecciones europeas, la constitución de un nuevo Parlamento y la conformación, asimismo, de una nueva Comisión, son numerosas y trascendentes las cuestiones a las que ambas instituciones, junto con el Consejo Europeo, tendrán que hacer frente de forma inmediata. Entre ellas, probablemente la más importante de todas sea la de cómo recuperar la confianza de los ciudadanos en el proyecto europeo, cómo hacer sentir a estos que Europa somos todos, y que sólo con más Europa seremos capaces de hacer frente, con posibilidades de éxito, a todos los retos pendientes.
En esta época en la que, debido a que las dificultades económicas han ampliado las disparidades entre las regiones y países europeos, surgen movimientos de disgregación por doquier, deberíamos ser más conscientes que nunca de que, como reza el dicho popular, “la unión hace la fuerza”. Dicho con otras palabras, necesitamos más cohesión europea (y dentro de cada país) y, más en concreto, necesitamos más cohesión económica y social.
La Unión Europea lleva mucho tiempo (podríamos decir que desde 1975) tratando de promover la cohesión territorial mediante la utilización de distintos instrumentos y el empleo de unos montantes financieros que, dependiendo de la perspectiva que adoptemos, pueden considerarse elevadísimos (lo son en términos absolutos) o casi testimoniales (lo son en términos relativos). Sea como fuere, el caso es que en el momento actual las disparidades regionales han aumentado (más en materia de desempleo que de PIB por habitante), por lo que una nueva vuelta de tuerca a la Política de Cohesión parece totalmente necesaria.
¿Qué es, en este sentido, lo que razonablemente podemos esperar de la Política de Cohesión europea para el periodo 2014-2020? ¿Contribuirá a reducir disparidades, a aumentar la cohesión territorial? Me temo que no demasiado. O dicho con otras palabras, me parece que sería poco sensato que nos creáramos expectativas muy altas al respecto ya que correríamos el riesgo, bastante probable, de que las mismas se vieran defraudadas.
Aunque sólo el tiempo dirá si esta opinión es acertada o no, la misma se sustenta en mi creencia de que es harto difícil “hacer más con menos”. Esto es algo que los políticos, siempre dispuestos a hacer fuegos de artificio, proponen en épocas de vacas flacas, y, aunque es cierto que a menudo es posible ser un poco más eficientes, también lo es que no se puede, y sigo con las expresiones populares, “pedir peras al olmo”.
Hay que reconocer, sin embargo, que la Política de Cohesión europea ha hecho esfuerzos continuados, y los sigue haciendo, para adaptarse a las circunstancias, pasando, en esencia, de financiar la construcción de grandes infraestructuras de transportes a financiar actividades más directamente involucradas con la actividad empresarial. Pues bien, si este cambio en las prioridades de la política me parece que va en la buena dirección, tengo más dudas de que esto sea así en relación con otro aspecto de la mismas. Me estoy refiriendo al hecho de que todas las regiones europeas sean potenciales beneficiarias de las ayudas financieras de esta política; en mi opinión, esto discrimina muy poco entre regiones ricas y regiones pobres; tan poco que en ocasiones, y por diversas vías, las regiones más beneficiadas por la financiación comunitaria son precisamente las regiones más desarrolladas. Esto quizás sea bueno desde el punto de vista de la eficiencia general de la economía, pero va claramente en contra de la cohesión territorial.
Dicho esto, ¿cuáles son las prioridades de la Política de Cohesión para el periodo 2014-2020? Estando en línea con las prioridades de la Estrategia 2020, once son sus objetivos temáticos. De entre ellos, los cuatro primeros, servidos sobre todo por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, están relacionados, directa o indirectamente, con la promoción de la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación, y con el fomento de la competitividad de las pequeñas y medianas empresas, para así lograr un crecimiento “inteligente”. Otros cuatro objetivos temáticos caen, en esencia, bajo el paraguas del Fondo de Cohesión, y se refieren a cuestiones relacionadas con la “sostenibilidad” del proceso de crecimiento. Por último, los tres objetivos restantes, más vinculados a actuaciones del Fondo Social Europeo, se centran en promover un crecimiento “inclusivo”.
El hecho de que esta nueva Política de Cohesión esté en línea con la Estrategia Europa 2020 debería implicar que la misma tuviera un mayor impacto que en el pasado. Esperemos que sea así, aunque, dada la escasez de medios financieros, tenemos serias dudas sobre el particular.