Ciudad dispersa y consumo de electricidad
Por Fernando Rubiera Morollón, profesor de Economía Urbana e investigador del Laboratorio de Análisis Económico Regional – REGIOlab de la Universidad de Oviedo
El modelo de ciudad dispersa, donde un amplio porcentaje de la población vive en zonas residenciales de muy baja densidad de construcción, es un fenómeno urbano muy frecuente en las ciudades de Norte América pero que se ha extendido a las ciudades de todos los continentes. A pesar de existir cientos de trabajos académicos e informes de instituciones internacionales (como la OCDE, el Banco Mundial o la propia Comisión Europea) que aportan evidencia sobre los negativos impactos de la dispersión de las ciudades, este modelo de urbanización se esta imponiendo a escala mundial. Incluso las ciudades europeas, que vienen de una cultura y tradición de urbanismo compacto, se están transformando en urbes dispersas a una velocidad que sorprende.
Después de comprobar la relevancia del fenómeno en el caso español en un trabajo publicado en el número 24 (1) de la revista European Planning Studies, un grupo de investigadores de REGIOlab hemos publicado recientemente el artículo “Energy consuption and urban sprawl: evidence for the spanish case” en la revista Journal of Cleaner Production. La principal idea que queríamos estudiar en este trabajo es como cambia la demanda de electricidad de una familia dependiendo de que resida en un piso en un edificio (modelo residencial tradicional propio de una ciudad compacta) o en una casa independiente en una zona de baja densidad de construcción (modelo residencial propio de la nueva ciudad dispersa).
El resultado que encontramos es que, tras controlar por todas las variables observables que puedan afectar a la demanda de electricidad de un hogar y tras considerar y resolver potenciales problemas de endogeneidad, vivir en una casa independiente en una zona dispersa incrementa significativamente la demanda final de electricidad del hogar. El tipo de casa, ceteris paribus todas las demás características observables del hogar, tiene un impacto igual o superior al que producen aspectos en los que se ha puesto el acento de las políticas de ahorro y eficiencia energética como la antigüedad de la vivienda, los materiales de construcción o, incluso, la búsqueda de combinaciones óptimas de fuentes energéticas.
En un país con un serio problema de dependencia energética es lógico que se estudien en profundidad todos los aspectos que contribuyan a reducir el consumo energético de los hogares. Nuestro tradicional modelo de ciudad es, como la dieta mediterránea, una costumbre que resulta “saludable”, también desde una perspectiva de eficiencia energética. Del mismo modo que estamos perdiendo la dieta mediterránea, sustituyéndola por alternativas de alimentación mucho peores, estamos asistiendo a un moderado pero continuado cambio de modelo de ciudad y de de cultura urbana que puede tener consecuencias negativas desde muchas perspectivas. Cuando se piensa en el diseño de las ciudades y se realizan los planes urbanos pocas veces se tienen en cuenta la relevancia económica y social de las distintas opciones. Por eso es fundamental comprender bien las consecuencias de los distintos modelos de ciudad y modelos de urbanización sobre aspectos, aparentemente tan poco relacionados, como el consumo eficiente de electricidad.
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