2017: Otro año de incertidumbres
Por M. Carmen Lima Díaz, Universidad Pablo de Olavide.
Comenzamos el pasado año con incertidumbres e iniciamos otro no menos controvertido y convulso. En el ámbito europeo, todo indica que Theresa May se inclinará finalmente por un “Brexit duro”, siguiendo el objetivo validado en referéndum de recuperar el control sobre las fronteras exteriores cuanto antes y de poder liberarse de las ataduras a las que les somete la
legislación comunitaria. Desde la City se han afanado en hacer valer el discurso de que hay que encontrar un resquicio para mantener el mercado interior, pero Berlín no parece aceptar concesiones en este terreno tan delicado. No se entendería como viable en estos momentos una renuncia “a la carta” a alguna de las cuatro libertades programadas en el Acta Única Europea
en los años ochenta y que tantas dificultades sortearon para alcanzarse técnicamente en los noventa. Mantener las prebendas del mercado interior en cuanto a la libre circulación de bienes y capitales, y no asumir el resto de compromisos, no resulta un escenario factible hoy por hoy,…
El “efecto llamada” para otros socios sería altamente probable, además de acabar de desestabilizar el proyecto de integración europeo, más vulnerable e impopular hoy que nunca, entre otros, por la propia gestión de la política migratoria o por el cuestionamiento de la seguridad interior.
Como si este debilitamiento de los pilares sobre los que se sustenta la construcción europea no fuera suficiente, a ello hay que sumar las incendiarias declaraciones del Presidente electo Donald Trump, que removiendo cimientos al tachar de anticuados los acuerdos de la OTAN, se aventura a vislumbrar un cataclismo europeo donde el caso de Reino Unido no sería más que la
punta del iceberg.
Dentro de nuestras fronteras, el gobierno se esmera en su carta de firmes propósitos para el nuevo año. El ajuste del cinturón parece incuestionable y deberá tomar protagonismo, junto con la política de pactos, a lo largo de los próximos meses de legislatura. Ya han sido varios los ejercicios en los que se nos ha tachado de incumplimiento de compromisos de disciplina
presupuestaria y de no tomar acciones efectivas, por lo que en los últimos tiempos, la amenaza de sanción o de congelación de los fondos estructurales que recibimos, se ha convertido en un acicate permanente.
Es por todo lo anterior que desde Bruselas se analiza con lupa el conjunto de medidas recogidas en el plan presupuestario presentado por el ejecutivo a finales de año, abriéndose una luz ámbar para nuestra economía, donde por un lado se reconoce el esfuerzo fiscal de tipo estructural valorado en algo más de medio punto del PIB, pero por otro se acogen con tibieza las previsiones
de crecimiento económico que pecan de algo optimistas según los expertos de la administración comunitaria. De consolidarse las dos décimas a la baja en la estimación de la Comisión Europea de la tasa de crecimiento del PIB real español para 2017, situándolo en un 2.3%, las medidas recientemente aprobadas con afán recaudatorio y sustentadas en menores deducciones en el
impuesto de sociedades, subidas en impuestos especiales y en impuestos sobre bebidas azucaradas y tasas ambientales; podrían ser insuficientes para cumplir la senda de convergencia en déficit público recogida en el programa de estabilidad español, lo que implicaría la exigencia de los temidos esfuerzos adicionales. En concreto, la senda marcada establece una bajada desde
el 4.6% de déficit público a finales de 2016, al 3.1% en 2017, al 2.2% en 2018 y finalmente al 1.3% en 2019. Para ello sería necesario el cumplimiento del techo de gasto no financiero y de los objetivos de estabilidad presupuestaria de manera que para 2017, por ejemplo, el 3.1% de déficit se dividiría entre un 1.1% para la Administración Central del Estado, un 1.4% para la
Seguridad Social, un 0.6% para las Comunidades Autónomas y un 0% para los Ayuntamientos.
Por su parte, la deuda pública también se irá ajustando progresivamente desde el 99% del PIB para 2017, al 97,7% en 2018 y al 95,4% en 2019; según estimaciones del gobierno. Con estos mimbres, volvemos a hacernos preguntas similares a las de hace justamente un año. ¿Cabrá la posibilidad de ir más allá del exigido ajuste macroeconómico para realizar una
reflexión más estructural, capaz de potenciar nuevos modelos de crecimiento en lugar de volver a reproducir aquellos cuya fragilidad ha quedado corroborada con anterioridad? ¿Podremos empezar a hablar de una recuperación no sólo económica sino también social? Y por último, ¿hasta qué punto la difícil coyuntura política condicionará el presente ejercicio y hará posible
los avances?
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