2016: Un año de incertidumbres
Por M. Carmen Lima Díaz, Universidad Pablo de Olavide
Comenzamos un nuevo año con tantas ilusiones como incertidumbres. En el ámbito internacional, “inestabilidad” es la palabra clave. La debilidad del mercado chino en los últimos meses, que ha derivado en un primer bloqueo de la bolsa, restricciones en las operaciones y caída de la cotización del yuan; parecía superable. Sin embargo, el contagio pasaba ineludiblemente por Tokio y Nueva York y se asentaba en las bolsas europeas que, una sesión tras otra, tratan aún de poner freno a sus números rojos. No cabe duda de que la volatilidad del precio del barril de Brent, que ha tocado mínimos en torno a los 30 dólares no registrados desde hace más de una década, ha incidido notablemente en inversores y mercados. La cotización del euro sigue afanada en no perder los 1.09 dólares. Y en el escenario presente, con pocas expectativas de intervención mediante nuevos estímulos por parte del Banco Central Europeo que pudieran aliviar la situación, la alerta es permanente.
En el ámbito nacional, más de lo mismo. El recién estrenado año 2016 nace de la mano de la inestabilidad política y con el riesgo de que la misma se traduzca en más desconfianza. Las últimas predicciones publicadas por Moncloa en otoño, sitúan la tasa de crecimiento anual del PIB en un 3.3% para cierre de 2015 y en un 3% para 2016. Se trata de porcentajes más optimistas que los obtenidos por los técnicos de la DG ECFIN de la Comisión Europea, que moderan estas cifras situándolas en el 3.1% y 2.7% respectivamente. Por otro lado, los analistas de la OCDE toman una posición intermedia en cuanto al cierre de 2015 (3.2%) pero se alinean con la Comisión en cuanto al dato para 2016 (2.7%); argumentando que a partir de 2017, nuestro país volvería a alcanzar la velocidad de crucero que la institución fija en un 2.5% de crecimiento anual.
En el mercado laboral, se plantean favorables expectativas con la creación de hasta medio millón de empleos, que se ven empañadas por la escasa calidad de los mismos debido a su temporalidad y por una tasa de paro que, se prevé siga en torno al 20% (22% en 2015 y 19.7% en 2016 según el escenario macroeconómico del Ministerio y 22.3% y 20.5% respectivamente según la Comisión Europea).
Los datos de déficit público tampoco son halagüeños aunque los portavoces comunitarios parecen seguir poniendo en valor los avances realizados por encima de las críticas. Mientras que el Programa de Estabilidad español para 2015-18 sitúa el déficit en un 4.2% para 2015 y un 2.8% para el 2016, la Comisión Europea detecta un desfase de cinco décimas para el ejercicio finalizado y ocho décimas para el que ahora comienza. Esto implicaría aplazar la consecución de los objetivos marcados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento a 2017. La situación se agrava al conocer que somos el segundo país con mayor déficit de la Unión Europea, tan sólo por detrás de Croacia, según las estadísticas oficiales de la Unión.
Pero más allá de ahondar en una u otra fuente, pudiera resultar más estimulante hacer otro tipo de lectura no exclusivamente centrada en un mero despliegue de cifras que podrían generar frustraciones y escepticismos. Llega el momento de cuestionamientos más ambiciosos: ¿Van a articularse en 2016 medidas que potencien nuevos modelos de crecimiento en lugar de volver a reproducir aquellos cuya fragilidad ha quedado corroborada en la etapa de crisis? ¿Podremos empezar a hablar de una recuperación no sólo económica sino también social? Y por último, ¿hasta qué punto la difícil coyuntura política condicionará el presente ejercicio y hará posible los avances? La situación es incuestionablemente compleja y los retos son innumerables. Es momento de hacer acopio de las enseñanzas de la crisis que deseamos superar, como punto de partida para el nuevo camino que pretendemos emprender.