La fecha de celebración del VII Congreso Ibérico coincide aproximadamente con el décimo aniversario de la entrada en vigor de la Directiva Marco del Agua, que ha supuesto una renovación en profundidad de la política hídrica en la Unión Europea.

Por otra parte, el retraso acumulado por la mayoría de las administraciones ibéricas con competencias en materia de planificación y gestión del agua no ha permitido hasta el momento la realización de un balance de los primeros planes de gestión fluvial elaborados al amparo de la DMA. Es previsible (y deseable) que los borradores de dichos planes sean publicados en la segunda mitad del año en curso, por lo que aunque con cierta premura el congreso podría constituir un oportuno lugar de debate de los mismos y, en cualquier caso un lugar adecuado para realizar el balance decenal de la política del agua.

El transcurrir de la década ha venido caracterizado además por una profundización de la crisis ecológica y por una ampliación de la agenda política y de investigación, jalonada por sonoros fracasos como la Cumbre del Clima de Conpenhagen. En la agenda política europea han ganado en centralidad temas como la política del suelo -el medio hasta ahora más desconocido y olvidado- y, de nuevo, la protección de la biodiversidad.

Estos aspectos -junto con el resto de los que componen la aproximación sectorial de la política ambiental- se plantean ahora a la luz de los efectos de las alteraciones climáticas en curso. Los esfuerzos de investigación en estas áreas han producido resultados y nuevas preguntas que afectan directamente a los ecosistemas hídricos y a la gestión de las aguas.

Entre el balance de la década y la mirada al futuro, podemos destacar dos palabras clave para la propuesta científica del VII Congreso Ibérico: integración y adaptación. Por la experiencia acumulada a lo largo de estos años sabemos que la integración de saberes y de políticas sigue siendo la gran asignatura pendiente en la gestión hídrica. En lo que se refiere a la necesidad de contrarrestar la fragmentación del conocimiento, podemos señalar, a modo de ejemplo, la insuficiente comprensión de los procesos de interacción del agua con el suelo -desde los procesos de erosión hasta los de circulación subterránea y la difusión de contaminantes- o la relación entre diversidad biológica, estado de los ecosistemas hídricos y bienestar humano en sentido amplio.

En cuanto a la política sigue siendo escaso el desarrollo y la aplicación de los instrumentos de integración y, sin embargo, cada vez resulta más acuciante la necesidad de planteamientos políticos integrados. Todavía existe un amplio potencial de aplicación de instrumentos existentes, como los de ordenación del territorio clásicos o los más recientes de desarrollo rural, en el marco de la reforma de la Política Agraria Comunitaria.

Sin embargo, en ocasiones, es necesario adaptarlos y sobre todo eliminar los factores que obstruyen su aplicación y limitan su uso eficaz. En relación con la definición de objetivos de las políticas territoriales y su percepción y valoración social, se multiplica y fortalece la investigación y los debates sobre los paisajes y en nuestro caso, de manera más concreta, sobre los paisajes del agua.

En el debate en torno a las posibles estrategias de adaptación al cambio climático aparece de manera especialmente notable la necesidad de la innovación política e institucional. El ejemplo generalmente más destacado, aunque no necesariamente el más logrado, es el de los permisos de emisión de gases con efecto invernadero, que constituyen una muestra de la necesidad de redefinición de las reglas del juego impuesta por una situación -la de la alteración climática- no prevista y de consecuencias en todos los ámbitos de la organización social.

En el ámbito de la política hídrica se están desarrollando proyectos de investigación que abordan los aspectos más diversos en torno a las hipótesis de alteración significativa de los patrones de precipitación, que junto con el incremento previsto de las temperaturas dibujan escenarios de cambios preocupantes en los sistemas productivos y por ende en el conjunto de la sociedad.

Como telón de fondo, se consolida la convicción del carácter clave de la participación social en los procesos de decisión, incluidos los relativos a la producción del conocimiento. Paralelamente, se ponen en evidencia las grandes dificultades estructurales e instrumentales para que la información y participación social se hagan realmente operativas en relación con el cambio de modelo de gestión requerido.

En resumen, se proponen como temas centrales del VII Congreso Ibérico el balance de la década, organizado en torno al desarrollo de la DMA, por un lado, y la mirada hacia el futuro, por otro, orientada a la adaptación al cambio climático de la política hídrica.

Por último, la celebración del VII Congreso Ibérico en Talavera de la Reina nos permitirá acercar los debates del agua a la cuenca del Tajo, el río más largo y poblado de la península, una cuenca internacional compartida entre España y Portugal, centro de muchos de los debates que en la actualidad se articulan alrededor de la planificación y la gestión del agua en España y Portugal. Talavera de la Reina, junto con Aranjuez, Toledo y Lisboa, como muchas ciudades españolas y portuguesas (Zaragoza, Oporto o Sevilla son otros ejemplos) son ciudades cuya configuración y razón de ser han venido en gran medida definidas por el río que las atraviesa.

En este sentido, sirven como un buen ejemplo de la vinculación que existe entre la recuperación del buen estado ecológico del río que establece la DMA como objetivo primordial y la recuperación de los valores patrimoniales y culturales asociados al mismo, ya que las acciones de revalorización y protección del patrimonio cultural, artístico e histórico de estas ciudades pierden parte de su significado si el río que las define no recupera también su valor como patrimonio natural.