La Riqueza de las Regiones (por la Asociación Española de Ciencia Regional

La necesaria dimensión regional de la economía circular

La necesaria dimensión regional de la economía circular

Por Josep-Maria Arauzo-Carod, ECO-SOS & IU-RESCAT, Universitat Rovira i Virgili, @IND_LOC, Eva Coll-Martínez, LEREPS – Sciences Po Toulouse, Université de Toulouse I @EvaColl8 y Elisenda Jové-Llopis, Chair of Energy Sustainability -IEB, Universitat de Barcelona @elisenda_elis

El concepto de economía circular no únicamente se ha puesto de moda en los últimos años, sino que su popularización ha llegado al extremo de simplificarlo en exceso y, sobre todo, olvidar cuáles son las implicaciones reales de adoptar las prácticas que se agrupan bajo tal definición.

Es evidente que en estos momentos es necesario replantearse la forma cómo producimos a efectos de minimizar al máximo la generación de residuos y maximizar el carácter circular de la producción, con el objeto de cerrar el círculo siempre que sea posible. Esta estrategia supone no únicamente cambios técnicos en las plantas manufactureras sino también en el ámbito logístico, con objeto de reducir la excesiva segmentación espacial implementada en unos años en que parecía que la única solución consistía en un offshoring desenfrenado. Así, desde los años ochenta la fabricación europea ha sufrido importantes procesos de deslocalización hacia zonas low-cost como China y otros países asiáticos. Sin embargo, estas decisiones de offshoring normalmente se tomaban sin internalizar sus externalidades negativas, como las implicaciones ambientales (con unas normativas medioambientales bastante más tibias que en la UE) o sociales (con una regulación laboral mucho más laxa), pero ahora no sólo una parte de estas empresas están repensando estos movimientos de deslocalización, sino que existe un nuevo fenómeno llamado backshoring (es decir, lo contrario del offshoring) según el cual determinadas actividades manufactureras comienzan a volver (lentamente) a los países de tradición industrial de donde años antes se habían marchado.

En términos generales, es difícil imaginar una estructura de economía circular si la producción de componentes de un producto se distribuye de forma asimétrica por todo el mundo con una cadena de valor completamente dispersa por un número muy elevado de países. Ahora bien, si conseguimos una distribución más equilibrada de la actividad manufacturera, implementar los principios de la economía circular es mucho más fácil gracias a la disponibilidad de servicios de fabricación en lugares cercanos, aunque ello suponga mayores costes. Éste es un proceso que se ha acelerado a raíz de la COVID-19, cuando los confinamientos masivos mostraron las vulnerabilidades estratégicas en la UE, que desde hacía unos años había dejado de producir determinados productos clave en un contexto pandémico, como mascarillas, algunos medicamentos y material médico. Y es que la COVID-19 mostró que las cadenas de valor deben ser más resilientes y más vinculadas al tejido productivo local. Éste no es sólo un reto para la sostenibilidad del planeta, sino también un reto para la continuidad de la industria en el continente europeo.

La economía circular, pues, no concierne únicamente a las empresas que optan por este modelo, sino que requiere una coordinación entre éstas y una gobernanza común bajo el paraguas de las administraciones públicas territoriales con capacidad legislativa y ejecutiva más cercanas al ciudadano. En este sentido, y a pesar de las notables heterogeneidades existentes a escala europea, seguramente el nivel territorial más acercado es el de las NUTS II, que a nivel estatal se corresponden con las comunidades autónomas.

Es por todo lo anterior que no solo es necesario diseñar una estrategia global en términos de economía circular, sino que es razonable suponer que una mayor implicación en dichas prácticas por parte de las empresas de un territorio determinado podría tener un efecto positivo sobre la continuidad del esfuerzo en economía circular en los territorios vecinos. De manera similar, un menor compromiso con la economía circular en una determinada área también podría asociarse con niveles también bajos en zonas próximas.

En este sentido, el Flash Eurobarometer Survey 498 (“Small and Medium Enterprises, Resources Efficiency and Green Markets, wave 5”) constituye una fuente excelente para conocer la implicación del tejido empresarial europeo en la economía circular. En concreto, se trata de una encuesta llevada a cabo entre los meses de noviembre y diciembre de 2021 por parte de la Comisión Europea a un total de 14.158 responsables de empresas pequeñas y medianas de los 27 estados miembros de la UE. A dichos responsables se les planteaban todo un conjunto de preguntas relacionadas con la economía circular y los factores que facilitaban o dificultaban la implementación de dichas prácticas.

Autocorrelación espacial de las empresas implicadas en estrategias de economía circular

Fuente: Arauzo-Carod, Coll-Martínez y Jové-Llopis a partir de datos procedentes del Flash Eurobarometer Survey 498.

Al margen de los resultados detallados de dicha encuesta, un elemento muy interesante es hasta qué punto existe algún tipo de autocorrelación espacial respecto de la localización de las empresas implicadas en prácticas de economía circular. La respuesta a dicha pregunta es un sí con matices, dado que ésta es significativa y positiva en regiones del sur de Suecia, Finlandia y los países bálticos, pero también se produce el caso contrario en el centro de Italia y el Mezziogiorno, y en regiones alemanas y polacas. Para el caso de España destacan Cataluña y Madrid, zonas donde los valores elevados coinciden con valores bajos en las comunidades autónomas limítrofes.

Por lo tanto, al margen de los resultados concretos del Flash Eurobarometer Survey 498, resulta relevante destacar que existen regularidades regionales por lo que se refiere a la implementación de medidas de economía circular (tanto en sentido positivo como negativo), circunstancia que sugiere la necesidad de una mayor coordinación entre administraciones vecinas (sin que sea necesario que éstas pertenezcan al mismo estado) a efectos de propiciar las condiciones óptimas para que el tejido empresarial se decida a apostar por la vía de la economía circular. El espacio, pues, también es relevante en materia de la economía circular.

 

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