La integración de las regiones
Por Alberto Díaz-Dapena y María José Perez-Villadóniga
La configuración territorial vuelve a ser un asunto que genera un acalorado debate público. Esta cuestión no es solo importante para España, con regiones como Cataluña, sino para toda la Unión Europea, que ve con miedo cada proceso electoral nacional (con posibles Frexit, Italexit, etc.). Dejando de un lado la cuestión política y legal, cabe preguntarse si hay incentivos económicos que lleven a las sociedades a tener disputas entre sus territorios.
En este aspecto, recientemente conseguimos ilustrar con un modelo matemático cómo un problema social puede fácilmente enquistarse y perpetuarse, convirtiéndose en un problema territorial (ver Díaz-Dapena y Perez-Villadoniga, 2024). En nuestro estudio planteamos un posible conflicto social de discriminación en el mercado laboral basado en el grupo poblacional, pero fácilmente generalizable a cualquier rasgo cultural. En concreto, los empresarios son capaces de evaluar mejor a aquel grupo que es más abundante en su territorio.
Una crítica a los modelos con discriminación en el mercado laboral es que fácilmente podría desaparecer si los empresarios se arriesgan y contratan al grupo discriminado. Sin embargo, esto no es así en nuestro caso, porque los empresarios experimentan obteniendo información en el sitio que operan. Por otro lado, los trabajadores que se sienten discriminados, por ser minoritarios en un sitio, tienen una segunda opción: huir a una región en la que sea más habitual encontrar a trabajadores de su grupo. Los ciudadanos buscan así protegerse de la falta de oportunidades que les brinda un entorno hostil. Pero esta fuga hace que sea aún menos frecuente encontrarse con ese tipo de trabajador en la región de partida, incrementando el rechazo ya existente en esta.
Con este sutil cambio, el problema social, lejos de desaparecer, termina generando que los grupos tiendan a separarse en el espacio. Es una solución sub-óptima, porque se establecen barreras a que los trabajadores se localicen dónde van a ser más productivos, concentrándose donde su grupo es más abundante. Y, aunque mitiga el problema (los trabajadores no se sienten tan discriminados, al estar rodeados de ciudadanos de su mismo grupo), no lo soluciona de raíz. El rechazo de los empresarios a contratar a su grupo en la región contraria persiste e incluso se incrementa.
Este comportamiento termina generando regiones homogéneas internamente, con grupos muy marcados, que arropan a los suyos, pero expulsan al grupo contrario. Se puede ver con facilidad que esta es una situación ideal para que aparezca un conflicto entre regiones. La motivación concreta puede ser de índole muy variada: un problema político, un rechazo a inmigrantes provenientes de la otra región, un posible rechazo a políticas de redistribución…
En Díaz-Dapena y Perez-Villadoniga (2024) se ejemplifica con el caso estadounidense, porque pese a ser un mercado laboral unificado, la localización de grupos poblacionales es muy marcada, siendo la región sureste la más predominante para la población afroamericana. En Europa uno podría pensar que no se da este problema, pero nada más lejos de la realidad. El contexto europeo tiene el reto de integrar culturas y naciones distintas. Pese a que desde el tratado de Maastricht en 1992 la libre movilidad de personas es una piedra angular de la Unión Europea, la movilidad muestra cifras tremendamente reducidas. Solo el 3,96% de la población en Dinamarca o el 5,36% en Alemania (conocidos ampliamente por su baja tasa de paro y salarios elevados) son ciudadanos de otros países de la Unión. Los porcentajes son todavía más reducidos si miramos la mayoría de los países del sur o el este de la Unión Europea. De entre los países grandes, los más aventajados, con porcentaje entre el 8 y el 9%, serían Bélgica, Austria e Irlanda, donde todavía quedaría camino por recorrer.
La facilidad con la que arraigan procesos de desintegración dentro de la UE, e incluso de territorios dentro de cada país, está muy relacionada con la falla en este pilar. Solo cuando el moverse al resto de la Unión Europea sea un paso sencillo y natural para los ciudadanos podremos esperar que estos empiecen a apreciar la relevancia de formar parte de esta.
“La riqueza de las regiones” constituye un instrumento de comunicación e intercambio de ideas promovido por Asociación Española de Ciencia Regional (AECR). Para más información sobre la actividad de AECR visite su Página Web o síganos en Facebook, Linkedin, Youtube y/o Twitter.
Referencia
Díaz-Dapena, A., Pérez-Villadóniga, M.J., (2024) The role of labor discrimination in spatial sorting : the USA as an example of ethnic groups staying apart. The Annals of Regional Science. https://doi.org/10.1007/s00168-024-01290-1