Empresas de investigación y desarrollo (I+D): Preocupantes resultados
Por: José María Mella, Asunción López y Juan Carlos Salazar, Universidad Autónoma de Madrid
Es sabido que la investigación, el desarrollo y la innovación son un factor clave en la capacidad de crecimiento, el aumento de la productividad y el desarrollo de cualquier economía. Con el objetivo de ver qué está pasando con este factor durante estos años de crisis en España, se han analizado las cifras que arroja el Panel de Innovación Tecnológica (PITEC) que sigue la trayectoria de un significativo número de empresas españolas, mayoritariamente innovadoras, de todos los sectores y tamaños.
Pues bien, las cifras son bien elocuentes. Muestran que el esfuerzo innovador (gasto en innovación por empleado) cae de manera sostenida durante este periodo de crisis, a la vez que el desempeño innovador (cifra de negocios vinculada a la venta de nuevos productos) desciende de manera significativa desde el comienzo de la crisis financiera, pero se deteriora más intensamente a medida que la crisis se prolonga en el tiempo, lo que estaría mostrando el efecto negativo, y cada vez más intenso, de la disminución del gasto en innovación sobre la capacidad de vender nuevos productos por parte de las empresas españolas.
Además, este deterioro es mayor entre las empresas del sector servicios que en las del sector industrial, tanto si se tiene en cuenta el esfuerzo innovador como el desempeño innovador. Deterioro tanto más grave si se tiene en cuenta que los servicios representan nada menos que las dos terceras partes de la economía española.
Por otra parte, puesto que el ámbito por excelencia de las actividades innovadoras son las ciudades y éstas son los espacios más dinámicos de la economía, se producirán dos efectos adversos: el bloqueo del progreso técnico y de la reactivación económica que aparece en primer lugar en las áreas urbanas.
Estos datos permiten llamar la atención sobre las consecuencias que la economía española podría estar sufriendo, hasta tal punto que pueden representar un lastre para su recuperación futura. Es sabido que un rasgo fundamental del desarrollo de una economía es la capacidad de generación de nuevos productos para ampliar la cartera de pedidos, aumentar el número de clientes y ganar presencia en los mercados nacionales e internacionales. Esto es así porque las caídas del esfuerzo y del desempeño innovador afectan (y reflejan) negativamente al incremento de la productividad de la economía, a las fuentes de competitividad (menores costes y precios, y mayores niveles de calidad) y al crecimiento económico.
Al mismo tiempo, podría estar sucediendo que dicha caída del esfuerzo innovador esté influyendo, con seguridad de forma negativa, en la generación, acumulación y gestión del conocimiento, en el proceso de aprendizaje por parte de las empresas y en la incorporación de los avances tecnológicos de los países más avanzados, así como en el desarrollo de la capacidad nacional para generar innovación propia.
Parece lógico afirmar que esa caída del esfuerzo innovador influye asimismo negativamente en la inversión en tecnología, impide el desarrollo de los sectores intensivos en conocimiento y no estimula la demanda de trabajadores de alta cualificación y remuneración, obligando a los mejor preparados para desempeñarlos a buscar oportunidades de trabajo en otros países más desarrollados.
La innovación de productos, al crear nuevos productos, genera demandas adicionales en los mercados y, si la demanda de productos más antiguos no se ve afectada, puede aumentar la demanda agregada de la economía, dinamizando la creación de nuevos puestos de trabajo. La aparición de esta nueva estructura productiva requiere de los trabajadores nuevos perfiles profesionales y la permanente adaptación de los mismos a través de la formación continua a lo largo de toda su vida laboral. En caso contrario, se producirá una falta de adaptación de la fuerza laboral a las necesidades de los nuevos puestos de trabajo. De ahí, la urgente necesidad de políticas activas en el mercado laboral.
Se sabe también -por los hallazgos de otros estudios- que un mayor esfuerzo en actividades innovadoras promueve nuevas actividades de investigación y desarrollo (I+D), genera empleo en el propio ámbito de la I+D, aumenta el registro de patentes, incrementa las ventas, reduce los costes, y amplía la diversificación del negocio de las empresas mediante la apertura de nuevos mercados internacionales.
En definitiva, deseamos alzar nuestra modesta voz de alarma para que advertir que bajar los brazos en materia de esfuerzos en innovación puede provocar/está provocando ya serios efectos negativos en materia de capacidad productiva, crecimiento, creación de empleo y competitividad de la economía española.