El impacto local de los festivales musicales
Por Roberto Bande – GAME-IDEGA, USC
Una vez que ha llegado el verano comienza la temporada de festivales musicales por todo el territorio nacional. Para las personas que asisten a estos eventos son días de ocio, de esparcimiento, de cultura, de conocer nuevas propuestas musicales o de disfrutar de bandas clásicas. Para la organización son días de mucho ajetreo, de tener todo listo, de contratación de técnicos, comidas, transporte, etc. Y para muchas instituciones públicas son días de apuesta por eventos que actúan como elementos tractores de la actividad económica a nivel local, y que generan fuertes efectos multiplicadores. Ello explica, en parte, la burbuja de festivales que no para de crecer por todo el territorio nacional. Según el Anuario de Estadísticas Culturales el número de festivales celebrados en 2023 fue de 908, un 3,8% más que en 2022. Dentro del territorio del estado, Cataluña, Madrid y Andalucía son las comunidades con mayor número de festivales (el 19,6%, 13,1% y 12,1% del total respectivamente). Se trata, por tanto, de un fenómeno global que no se explica exclusivamente por el impulso de la iniciativa privada, sino que en muchas ocasiones tiene detrás el apoyo decidido de ayuntamientos, diputaciones provinciales y gobiernos regionales. La celebración de un festival, especialmente aquellos que se organizan en localidades de menor tamaño, genera impactos muy relevantes, tanto desde la perspectiva económica como la comunicativa o social. Por este motivo, desde hace unos años, forman parte de las estrategias de dinamización económica a nivel local en muchas partes del territorio nacional.
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Los informes de evaluación de impacto de los festivales ponen de relieve la magnitud del fenómeno. Tomemos como ejemplo el Caudal Fest, un festival que se celebra en la ciudad de Lugo en el mes de septiembre. El festival forma parte de la marca FEST Galicia, creada por la Xunta de Galicia para promover el territorio gallego como destino musical, y del que también forman parte otros festivales que han alcanzado la madurez, como el Resurrection Fest o el Festival da Luz. El Caudal se trata de un festival de tamaño medio, con una asistencia media en el entorno de las 15.000 personas. El análisis de impacto realizado por FEST Galicia muestra que el impacto directo sobre la economía local se situaría en unos 3.125.000 euros, impactando sobre todo en las ramas homogéneas de la Tabla Input-Output de Galicia 2011 vinculadas a actividades administrativas y de gestión (20% del gasto total), transporte (9%), servicios de comidas y bebidas (6%) y gasto en personal (32%). El impacto directo en el resto de Galicia se centra en las ramas de actividades de seguridad y administrativas (66%), actividades de alquiler (17%) y suministros de energía (9%). A este impacto directo hay que sumarle el gasto realizado por los asistentes al festival (impacto indirecto) que se estima en 127,18 euros por persona, impactando fundamentalmente en la restauración, el hospedaje y la mercadotecnia. Estos impactos directos e indirectos generan efectos tractores sobre el conjunto de la economía, que pueden ser estimados a través de los multiplicadores que se derivan del análisis Input-Output. Según el informe de evaluación aludido, el multiplicador del festival sería de 1,5663. Pero el impacto total va más allá, ya que el impacto comunicativo (repercusión del festival en los medios de comunicación y las redes sociales) genera un valor económico adicional, que en el caso del Caudal se estima en torno a los 5 millones de euros.
Como se deduce de estas cifras, los impactos que generan a nivel local estos festivales son muy significativos, lo que justifica el apoyo de las instituciones. Para el caso del Caudal Fest se estima que el retorno para la Xunta de Galicia (que subvenciona parte del presupuesto) es de entre 209 y 237 euros por euro invertido, cifra nada desdeñable. Estos resultados explican que las administraciones locales hayan apostado por la promoción de estos eventos para la dinamización económica en sus ámbitos de actuación. Ello, sin embargo, genera dos problemas. Por una parte, se está alimentando una burbuja de eventos culturales que puede acabar siendo insostenible en el tiempo. Sencillamente, puede acabar habiendo demasiados festivales para el público interesado. El otro problema viene por el lado de la gestión artística. El crecimiento de esta oferta de festivales está concentrando la actividad artística en estos eventos, dañando la actividad de salas y pequeños promotores, que ofertan cultura a lo largo del año, pero que no pueden competir con estos macro-eventos. Ello puede poner en riesgo parte de la actividad económica vinculada a la cultura a nivel local. Además, muchas de las bandas que actúan en los festivales cuentan con un amplio respaldo de público, lo que las hace atractivas para las programaciones. Este hecho puede limitar el acceso a los circuitos de festivales de bandas emergentes, evitando su potencial crecimiento a nivel de público. El apoyo de las instituciones públicas a los festivales debería tener en cuenta estos efectos secundarios, y tratar de impulsar la actividad de las salas a lo largo del año, especialmente promocionando las bandas menos conocidas. En este sentido, en Galicia la Xunta concede ayudas a los pequeños promotores para que puedan ofertar una programación continuada a lo largo del año con bandas emergentes que todavía no han entrado en el circuito de festivales.
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