Pobreza y políticas regionales en África
Por José María Mella, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid y coordinador de AMENET (Africa, Mediterranean and Europe Jean Monnet Network)
El umbral de la pobreza está establecido actualmente en unos ingresos diarios por persona de menos de 2 $. Los ingresos de las familias pobres son tan bajos que no pueden ahorrar, y sin ahorrar no pueden invertir, y sin invertir no pueden aumentar su capital y sin aumentar el capital no pueden aumentar sus ingresos. Es la pescadilla que se muerde la cola: el círculo vicioso de la pobreza.
Los pobres residen predominantemente en áreas rurales, la mayor parte empleados en el sector agrícola, con un bajo nivel educativo, y pertenecen a familias numerosas. Viven en estados frágiles (en un entorno de violencia e inseguridad), con problemas de salud, falta de saneamiento, bajo peso, prevalencia del sida, baja esperanza de vida, escasez de recursos naturales y mucha población vulnerable (huérfanos, minusválidos, refugiados, desplazados).
Dicho con otras palabras, los pobres son aquellos que carecen de un nivel suficiente de capital humano (nutrición y capacitación), capital físico (infraestructuras), capital natural (tierra cultivable), capital institucional (organizaciones y servicios gubernamentales sólidos), capital intelectual (saber profesional), capital empresarial (iniciativa para crear nuevas actividades) y capital financiero (acceso a créditos y préstamos). Todos estos tipos de capital o algunos de ellos son necesarios para ser personas económicamente productivas, elevar la productividad y generar niveles superiores de ingresos.
Los pobres tienen por encima de sus cabezas una escalera del desarrollo, pero no llegan a subirse al primer peldaño porque carecen de la cantidad mínima de capital necesario para dar ese paso. Necesitan ese estímulo inicial para hacerlo.
Simplificando, la pobreza en África tiene cuatro dimensiones fundamentales. Primera, las condiciones geográficas condicionan los niveles de pobreza (la aridez de la sabana frente a las zonas húmedas de selva y costa). Segunda, los países frágiles con conflictos armados se ven incapacitados por esa misma razón para abordar la reducción de los niveles de pobreza. Tercera, las mujeres -con menor nivel educativo- se encuentran en peores condiciones en materia de nutrición y salud y, a su vez, sus hijos e hijas acuden a la escuela un menor número de años. Cuarta, hay un coste a pagar por vivir en un país rico en recursos naturales (República Democrática del Congo, Angola, Nigeria), porque suelen sufrir situaciones de inestabilidad, corrupción y elevaciones de precios de los productos básicos, con fuertes reducciones del poder adquisitivo de la mayor parte de la población, especialmente pobre.
Frente a estas cuatro dimensiones de la pobreza, hay cuatro políticas regionales -pero también internacionales, nacionales, sectoriales y macroeconómicas- que podrían y deberían implementarse.
Frente a la primera, es evidente que hay que reforzar las políticas que –ante las insuficiencias de vías de comunicación, agua y tierras y bajos niveles educativos-prioricen las dotaciones de capital físico, capital natural y capital humano (más formación de las personas).
Frente a la segunda, son necesarias políticas que – ante la inseguridad y la inestabilidad- aseguren el entendimiento, la paz y el imperio de la ley, mediante el fortalecimiento del capital institucional.
Frente a la tercera, es urgente mejorar el nivel educativo de las mujeres, sobre todo a partir de la escolarización masiva de las niñas -discriminadas frente a los niños- para elevar su formación. Se sabe que, para un mismo nivel de renta, la educación de la mujer tiene un impacto sobre la nutrición y la educación de los hijos varias veces superior al del hombre.
Por último, frente a la cuarta dimensión -ineficiente asignación de recursos, cuando no a la malversación de los mismos-, se hacen necesarias políticas que creen instituciones capaces de acumular la entrada de divisas por venta de hidrocarburos y/o minerales y utilizarlas para el desarrollo de la diversificación productiva, el saber científico/técnico y la iniciativa empresarial. Es obvio que el capital financiero, préstamos y créditos, es necesario para hacer frente también a las tres dimensiones de la pobreza mencionadas anteriormente. En el caso de la cuarta dimensión, no es la escasez de recursos financieros el problema, sino el inadecuado uso de los mismos.
En definitiva, la lucha contra la pobreza en África es un problema que tiene una faceta regional nada despreciable. Merece la pena que políticas regionales, complementarias a las de otros ámbitos territoriales superiores, se pongan en marcha. Es urgente.
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