Disparidades regionales persistentes y en aumento
Por José Villaverde Castro
Catedrático de Fundamentos de Análisis Económico. Universidad de Cantabria
La reciente publicación por parte del INE de las estimaciones de crecimiento por comunidades autónomas para el año 2013, y la existencia de datos homogéneos para el periodo 2008-2013, da pie a efectuar algunas consideraciones que, sinceramente, creo de interés. Pese a que constituyen la primera estimación al respecto y, en cuanto tal, puede sufrir algunas modificaciones, nos parece que el rasgo más destacado es que, a lo largo del año mencionado, todas y cada una de nuestras regiones vieron como su PIB real disminuía en relación con el del año precedente.
El hecho de que la crisis haya afectado negativamente a todas las regiones no significa, sin embargo, que lo haya hecho en igual medida. Las disparidades regionales son, en este sentido, muy grandes, mucho más que en lo que atañe a los niveles de desarrollo, medido por el PIB por habitante. Sobre un decrecimiento medio del 1,2%, la ratio entre las regiones que anotaron un mayor decrecimiento (Asturias y Castilla y León, y las que sufrieron un deterioro menos intenso (los dos archipiélagos) es nada menos que igual a cinco.
Las diferencias en las tasas de variación del PIB influyen de forma decisiva, aunque no exclusiva, en las que se producen en materia de PIB per cápita. Las diferencias aquí son importantes, aunque menores que las arriba apuntadas. La región más rica, que es el País Vasco pese a los malos registros arriba mencionados, gozó en 2013 de un nivel de renta por persona que duplicó el de la región menos desarrollada, Extremadura. En este sentido, no parece que durante el pasado año se haya avanzado en el proceso de convergencia interregional.
Dado que el seguimiento de lo sucedido durante un solo año no permite extraer conclusiones demasiado relevantes, creemos oportuno revisar las cifras del INE para el periodo 2008-2013, periodo que cubre, en esencia, los años de crisis económica. Aquí, como no podía ser de otra forma, las disparidades regionales son menos intensas, pese a lo cual siguen siendo importantes. La Comunidad Valenciana es, con diferencia sobre todas las demás, la que ha anotado un decrecimiento medio anual acumulativo más intenso (2,1%), seguida de Murcia, Castilla-La Mancha, Andalucía y Asturias. Por otro lado, la región que mejor ha sorteado la crisis es la Comunidad de Madrid, con un retroceso promedio del 1% anual.
Al igual que ocurría al referirnos exclusivamente a 2013, si tomamos en consideración el quinquenio 2008-2013 no parece que haya síntomas claros de disminución de las disparidades regionales; antes al contrario, todo parece indicar que las mismas han aumentado. En efecto, aunque la ratio entre valores extremos sea una medida muy burda de tales disparidades, creemos que sirve como un indicador aproximado de las mismas. Siendo esto así, no es posible obviar el hecho de que la ratio fue igual a 1,9 en el trienio 2008-2010, pero aumentó a 1,94 en 2011, a 1,99 en 2012, y 2 en 2013. Además, las diferencias entre regiones no sólo parecen haber aumentado, sino que la situación se complica por el enquistamiento que existe en las posiciones extremas del ranking; éstas no se han modificado en absoluto, lo que quiere decir que las regiones más pobres son, en todo momento, año tras año, Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha, y las más ricas son, siempre, el País Vasco, Madrid, Navarra y Cataluña.
Las dos conclusiones básicas antes apuntadas –la ampliación de las diferencias regionales y la existencia de, cuando menos, dos Españas- debería ser motivo de honda preocupación para nuestros políticos. Si es así, deberíamos preguntarnos, y no sólo de forma retórica, si estamos haciendo todo lo posible para intentar revertir la situación.