Crisis económica, pobreza humana y desequilibrios regionales
Por: José Villaverde Castro Catedrático de Fundamentos de Análisis Económico. Universidad de Cantabria.
Siempre se ha dicho que la primera víctima de las guerras es la verdad; parodiando esta frase, podría decirse que una de las primeras víctimas de toda crisis económica es la pobreza, que se dispara. Esto ha sucedido también con la última, e inacabada, crisis económica. España, por desgracia, es uno de los países europeos en los que la pobreza más ha aumentado, habiéndolo hecho en alguna de sus comunidades autónomas de forma espectacular.
A la hora de examinar esta cuestión, y para comenzar, valga decir que la pobreza es un fenómeno que tiene carácter multidimensional. En este sentido, y adaptando las pautas ofrecidas por la ONU sobre el particular, el IVIE ha publicado recientemente un trabajo en el que cuantifica la evolución del índice de pobreza en España y sus regiones entre 2007 y 2012.
Este índice no es otra cosa que el resultado de la combinación de cuatro índices parciales, que evalúan la pobreza en cuatro dimensiones muy concretas: la salud, la educación, la renta y la “exclusión social”. Para cada una de estas dimensiones se establece una línea (techo), de manera tal que quien se encuentre por debajo de ella es considerado oficialmente pobre.
El primero de estos indicadores hace referencia a la privación de una vida sana y saludable y, convencionalmente, se mide por la probabilidad que existe, al nacer, de no llegar a los 60 años de vida. Afortunadamente, aquí la crisis económica no parece haber hecho mella ni en el conjunto del país ni en ninguna de sus comunidades autónomas, ya que tal probabilidad se ha reducido en todas ellas de manera significativa.
En el ámbito de la pobreza educativa –medida por la tasa de abandono escolar temprano y, más en concreto, por el porcentaje de personas de entre 18 y 24 años que no estudian y que no tienen el título de bachiller superior- tampoco parece que la crisis haya tenido un impacto negativo, ni de forma global ni por regiones. Es más, de nuevo se ha producido un descenso generalizado del índice, que en el caso de algunas comunidades (Cantabria, por ejemplo) ha sido muy pronunciado. Dicho esto, creemos que no conviene sacar pecho dado que hay que, como mínimo, hay precisar dos cosas: primera, que el nivel de abandono escolar en España duplica la media de los países de la OCDE, y, segunda, que la reducción generalizada se explica sobre todo por la caída del coste de oportunidad de estudiar; ante la alternativa de estar parados, muchos jóvenes optan por seguir escolarizados.
Desde el punto de vista de la pobreza en renta –entendiendo que ésta afecta a las familias cuyo gasto es inferior al 60% de la mediana del gasto de los hogares- la crisis, ahora sí, está pasando una enorme factura a los españoles: el porcentaje de pobres ha aumentado en nuestro país hasta situarse por encima del 22% de la población (es decir, casi uno de cada cuatro españoles podía considerarse pobre en 2012). La evolución por comunidades autónomas es, al contrario que en los casos anteriores, variopinta, dado que algunas comunidades han visto ligeramente mejorado este indicador (Castilla y León, Asturias, Madrid y Cantabria) y otras lo han visto reducido de forma sustancial.
Por último, la pobreza entendida como aumento de la exclusión social –exclusión medida a través de la tasa de paro de larga duración- también ha crecido en el conjunto del país (se ha multiplicado por seis) y en todas y cada una de las comunidades autónomas, lo que no impide, sin embargo, que éstas hayan sufrido, de nuevo, una suerte bastante desigual. La peor parte, sin embargo, ha correspondido a Andalucía, Extremadura, Canarias y Comunidad Valenciana
La conclusión básica que se obtiene es que, aunque hay algunos elementos positivos (el descenso de la pobreza en salud y, aunque con lo matices señalados, en educación), los indicadores de pobreza en renta y exclusión social han empeorado con la crisis en todas las comunidades autónomas. No obstante, el peaje de la crisis, siendo muy alto, resulta desigual por regiones. Canarias, Andalucía, Extremadura, C. Valenciana, Baleares y Murcia son las más damnificadas, mientras que Navarra, País Vasco, Cantabria, Madrid y Aragón se sitúan en el extremo opuesto. Por ello, y aunque todavía sea pronto para extraer conclusiones estadísticamente significativas, parece que esta crisis, al igual que las anteriores, está profundizando las diferencias regionales: las regiones más (menos) afectadas son las más pobres (ricas). En conclusión, siendo evidente que el aumento de la pobreza es una de las primeras víctimas de la crisis, no lo es menos que el aumento en las disparidades económicas espaciales es otra víctima importante de la misma.