COVID-19 EN ÁFRICA: POLÍTICAS ECONÓMICAS
Por José María Mella Marques, Universidad Autónoma de Madrid y AMENET (Africa, Mediterranean, and Europe Jean Monnet Network, EU)
Agradezco a mis estudiantes africanos, especialmente al nuevo doctor Aaron LUPASULA LUBANGO, de la Université Protestante au Congo (UPC), sus comentarios por WhatsApp
Existe un intenso debate sobre las opciones de política económica que cabe adoptar en el continente africano, en las condiciones actuales del Covid-19. Diferentes instituciones nacionales e internacionales, gobiernos, fundaciones, institutos de investigación, universidades, etc. vienen expresando sus opiniones, no siempre coincidentes. El objeto de estas líneas es hacer una síntesis del debate y arrojar un poco de claridad sobre este tema.
Se dice, con frecuencia, que no existe una única África. Hay varias Áfricas. La afirmación, certera a mi entender, resulta, en estos momentos, especialmente apropiada. Existe el África de los países exportadores de petróleo, el África de los países especializados en recursos naturales no renovables (minerales y metales) y el África de los países no intensivos en recursos.
Afirmación apropiada, porque el impacto del Covid-19 se hace notar fuertemente a través de la caída de los precios internacionales de las materias primas, la parálisis de los flujos turísticos, la reducción de las remesas de los emigrantes y las dificultades de acceso a los mercados financieros internacionales.
La caída de los precios internacionales afecta directamente al continente africano por la reducción de los precios del petróleo, los minerales y los metales, lo que provoca un desplome de los ingresos por exportaciones, sobre todo en países como Nigeria, Angola y Sudáfrica.
La parálisis de los flujos turísticos representa un duro golpe para las economías de países fuertemente especializados en el sector como Cabo Verde, Seychelles, Mauricio, entre otras.
La reducción de las remesas de los emigrantes repercute de inmediato en todos los países africanos, fuertemente dependientes de los recursos financieros procedentes de la diáspora, hasta el punto que se han convertido en la principal fuente de financiación, por delante de la inversión extranjera y la ayuda oficial al desarrollo.
El impacto de los tres efectos anteriores provoca cuantiosas pérdidas de ingresos, fuertes incrementos de los déficits públicos, aumentos inmediatos de deuda (pública y privada) y de los servicios de la misma (devolución de capital y pagos de intereses). En una palabra, África se hunde en una profunda recesión, la primera en décadas, con caídas de la producción entre el 5-8% en el año 2020, según los escenarios.
Las dificultades de acceso a los mercados financieros internacionales son consecuencia de la reducción drástica del margen fiscal de los gobiernos y de su baja capacidad para hacer frente a los compromisos de financiación de la deuda, al enfrentarse simultáneamente a una doble crisis, sanitaria y económica. Los países que sufrirán más esta situación serán aquéllos que partían de elevados niveles de endeudamiento (Angola, Nigeria, Ghana) y, por tanto, con mayores limitaciones para atender los pagos.
En estas condiciones, las políticas económicas deberían actuar con decisión en cuatro frentes: sanitario, socio-empresarial, monetario y fiscal.
Es necesario y urgente fortalecer los sistemas nacionales de salud, priorizar la inversión en los mismos (más personal sanitario, más dotaciones y equipos hospitalarios, en especial, para detectar las bolsas de contagio), desarrollar la cooperación internacional en las áreas del conocimiento epidemiológico, prevención y protocolos de tratamiento.
A pesar del limitado número de casos de Covid-19 actuales, no hay lugar para la complacencia. La epidemia avanza. En Kinshasa, la gigantesca ciudad capital de la República Democrática del Congo, los casos aumentan día a día y la pandemia ya se ha extendido a 6 provincias más, sobre todo a sus ciudades.
Es necesario y urgente actuar con redes de seguridad social, abastecimiento alimentario e impulso productivo en los ámbitos de las familias pobres, los desempleados, los informales, los vendedores callejeros, los autónomos y las pequeñas/ medianas y microempresas.
Es necesario y urgente proporcionar liquidez, a interés reducido o nulo, donaciones (a los más pobres) y promover mercados locales/regionales de deuda para crear recursos en la lucha contra la pandemia, como ya se ha venido haciendo en países de África occidental en las pasadas semanas. Financiación necesaria para paliar las restricciones en las balanzas de pago, aliviar/condonar deudas y respaldar con garantías, avales y moratorias a familias, empresas y gobiernos.
Es necesario y urgente, por último, movilizar la palanca de la inversión, sobre la base de una decidida voluntad política, para reanudar la actividad económica, crear condiciones sanitarias dignas, recuperar y mejorar las actividades educativas, y sentar las bases de un desarrollo sostenible e inclusivo.
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