¿Por qué existe un patrón espacial Norte-Sur en el desempleo español?
Por: Roberto Bande GAME-IDEGA Universidad de Santiago de Compostela
El aumento del desempleo que ha experimentado la economía española desde el comienzo de la recesión, que ha vuelto a situar a este fenómeno como el principal problema para los ciudadanos, ha venido acompañado de una serie de características que contribuyen a marcar la especificidad del mercado laboral español en el contexto europeo. De entre ellos me quiero centrar en la existencia de fortísimas diferencias regionales en el desempleo, evidencia de funcionamientos muy diferentes de los mercados de trabajo al nivel de las Comunidades Autónomas. Así, Andalucía tenía en 2013 una tasa de paro del 36,2%, Canarias del 33,7% y Extremadura del 33,9%. El País Vasco, por el contrario, presentaba una tasa de “tan sólo” del 16,6%, y Navarra del 17,9%. Es decir, las diferencias entre las regiones con desempleo alto y las de desempleo “bajo” rondaban los 20 puntos porcentuales. Además, los datos de la Encuesta de Población Activa sugieren la existencia de un patrón Norte-Sur en cuanto al desempleo. Todas las regiones del norte de España (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, La Rioja, Aragón, Cataluña, Madrid, Baleares y Castilla y León presentaban en 2013 una tasa de paro inferior a la media nacional (que fue del 26,1%), mientras que el resto (Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía, Comunidad Valenciana, Murcia e Islas Canarias) presentaban tasas superiores a la media. ¿Qué argumentos explican que en la actual recesión se evidencie un patrón geográfico tan marcado en cuanto a las disparidades regionales en el paro? Podemos apuntar esencialmente cuatro:
1.- Diferentes ciclos económicos. No todas las comunidades (al igual que la mayor parte de los países europeos) tienen un ciclo económico sincronizado. Ello implica que cuando comenzó la recesión, el ritmo al que unas y otras se incorporaron al proceso de destrucción de empleo fue diferente, explicando parte de las diferencias iniciales que se observan en la serie de la EPA.
2.- Diferentes estructuras sectoriales del empleo (reflejando diferentes estructuras productivas). Las regiones del sur de España se caracterizaron en los años previos a la recesión por presentar, en general, un mayor peso de la agricultura y de la construcción, y un menor peso de la industria. Como es conocido, el impacto de la crisis se ha centrado fundamentalmente en la construcción y en la industria asociada a dicha actividad, lo que explica por qué el desempleo creció más en aquellas regiones en las que la importancia de este sector era más elevada. El no disponer de actividades industriales alternativas a las de construcción limita mucho en el corto plazo la capacidad de crear empleo en dichas regiones.
3.- Diferentes grados de flexibilidad del mercado de trabajo. Los economistas denominamos flexibilidad del mercado de trabajo al grado de respuesta de los salarios a las condiciones generales del mercado. En general, un alto grado de flexibilidad permite un ajuste de los salarios en las fases expansivas y en las recesivas. Cuando las cosas van bien, y el desempleo es reducido, los salarios tienden a subir, debido a aumentos en la productividad, en el poder de negociación de los trabajadores, la relativa escasez de fuerza de trabajo, etc. Cuando las cosas van mal, y la productividad se reduce, el poder de negociación de los trabajadores es menor y la fuerza de trabajo es relativamente abundante, los salarios deberían reducirse. Sin embargo, en España existen fuertes diferencias regionales en este grado de flexibilidad, debido fundamentalmente a un sistema de negociación colectiva que primaba el acuerdo sectorial, y potencia la aparición de efectos de imitación salarial. A la hora de negociar salarios, los trabajadores trataban de imitar los aumentos salariales que se podían estar dando en los sectores más dinámicos de las regiones más dinámicas. Ello implica que en muchas comunidades, los salarios fijados en la negociación no se correspondan con las condiciones propias de la empresa o del sector regional, sino con las condiciones imperantes en la parte más dinámica da economía. El resultado final de este efecto imitación es un aumento de los costes laborales unitarios (el salario crece más que la productividad) lo que en épocas de recesión favorece una destrucción de empleo más intensa.
4. La dinámica de la población activa. Tanto la estructura por edades de la población activa como su composición por nacionalidades están impactando en la evolución del desempleo. Por una parte, las regiones del sur tienden a presentar una población más joven que las del norte. Durante la fase de bonanza económica, las mayores oportunidades laborales en determinados sectores en expansión, sobre todo de profesiones de baja cualificación favoreció la incorporación de muchos de estos jóvenes al mercado de trabajo. La destrucción de empleo en dichos sectores se cebó necesariamente en este colectivo, que pasó a formar parte del desempleo. Existe, por otra parte, otro efecto relevante, que es la escasa movilidad del trabajo entre regiones españolas. Ante la presencia de fuertes diferencias en el desempleo entre diferentes regiones, deberíamos esperar que los trabajadores buscasen mejores oportunidades allí donde el desempleo es menor. Sin embargo, una característica definitoria del mercado laboral español es la reducida movilidad del trabajo en relación con la importancia del desempleo. Los motivos están esencialmente relacionados con los costes de ir a vivir a otro lugar. No sólo debemos tener en cuenta el coste de la vivienda (que en algunos casos como Madrid, Barcelona o Navarra puede ser extraordinario), sino también la posible pérdida de las redes familiares que permiten compatibilizar las actividades laborales con las familiares. Desplazarse suponer perder este tipo de colchón. Durante esta recesión, no obstante, el aumento del desempleo está afectando en mayor o menor medida a todas las comunidades autónomas, por lo que el incentivo a emigrar ante una elevada tasa de paro regional es menor, dado que la probabilidad de encontrar empleo en otras regiones es reducida.
Por supuesto, todos estos determinantes actúan al mismo tiempo e interactúan entre ellos, llevándonos a un resultado final de fortísimas diferencias regionales.
La pregunta obvia es ¿qué sucederá con las disparidades cuando la crisis sea superada? En mi opinión no podemos ser muy optimistas, ya que las actuaciones de política económica se han centrado en una parte del problema, la supuesta falta de flexibilidad del mercado de trabajo, que ha propiciado una severa reforma laboral, que hasta ahora no parece haber dado sus frutos en cuanto a creación de empleo de calidad. No se han tomado actuaciones conducentes a modificar las estructuras productivas regionales, a hacerlas menos dependientes de sectores más vulnerables. No se ha avanzado en una verdadera reforma del mercado de la vivienda (tanto en compra-venta como en alquiler), dándose la enorme paradoja de un abundante stock de vivienda en venta o desocupada sin que se observe un desplome adicional de los precios. No se ha realizado ningún tipo de actuación conducente a la formación de los jóvenes sin formación expulsados del mercado por la recesión, o de los parados de larga duración. Estas, y muchas más actuaciones, deberían contribuir a reducir la magnitud de las disparidades regionales, mitigando los canales que hemos descrito. Esperemos que no sea demasiado tarde.