La Riqueza de las Regiones (por la Asociación Española de Ciencia Regional

La crisis migratoria en Canarias y Ceuta: Síntomas de fatiga y, ¿algo más?

Por María Hierro y Adolfo Maza, Departamento de Economía, Universidad de Cantabria

En un reciente trabajo publicado en European Urban and Regional Studies mostrábamos claros indicios de la existencia de fatiga en las llamadas “ciudades solidarias”; esto es, aquellas ciudades de la UE que han asumido la responsabilidad de proteger e integrar a miles de ciudadanos ucranianos que solicitaron protección temporal tras el estallido de la invasión rusa en Ucrania. Varsovia y Berlín son ejemplos de ciudades cuyos ciudadanos han manifestado sentir, como revelan diversas encuestas, que la llegada de refugiados ha comenzado a superar lo que podría considerarse un límite razonable. Este sentimiento de fatiga no anula por completo el sentimiento de solidaridad que ha seguido y sigue existiendo en la protección de refugiados, pero parece despertar en la población una sensación de inquietud y recelo por las consecuencias que la llegada de un número tan elevado de personas pueda tener en la calidad de servicios básicos o en el empleo.

Aunque no deja de ser algo natural, la fatiga migratoria no está exenta de consecuencias nada deseables, tal y como alertamos en nuestro trabajo. Niveles elevados, por ejemplo, mermarán la confianza en la gestión de la llegada de refugiados, lo que podría provocar descontento político entre la población y al auge del discurso anti-inmigratorio. En este sentido, no se puede negar el endurecimiento que muchos países han mostrado en materia de control de la inmigración. La decisión de Alemania de reforzar el control de sus fronteras, junto con el endurecimiento de las políticas de asilo en algunos países europeos, incluidos los países nórdicos, evidencia el creciente recelo de un número cada vez mayor de países a la llegada de refugiados.

Reza un viejo tópico que los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla. La historia que pesa sobre el pueblo europeo parece repetirse, aunque a menor escala, en la crisis migratoria que desborda en los últimos meses a Canarias y Ceuta, donde ya parecen atisbarse grietas de fatiga. La actual crisis migratoria en Canarias se apunta aún más severa que la de 2006, conocida como la “crisis de los cayucos”, cuando la isla registró una oleada de más de 30.000 inmigrantes, procedentes fundamentalmente de Mauritania, Senegal y Gambia. Las tensiones en la frontera del Tarajal con Ceuta están también adquiriendo una dimensión alarmante, con cientos de personas intentando cruzar desde Marruecos diariamente. La capacidad de acogida de menores no acompañados en Canarias se ha rebasado por completo este pasado verano, triplicando el número de plazas disponibles. Además, se ha evidenciado una clara falta de medios tanto humanos como materiales para atender a miles de menores en situación de desprotección. Es aquí donde el pasado, no tan lejano, debería enseñarnos algo: cuando la distribución de refugiados es muy desigual y recae principalmente en unos pocos territorios, la solidaridad acaba derivando en fatiga.

Aunque no hay una fórmula mágica para impedir que la fatiga migratoria se instale en un territorio muy expuesto a la inmigración, existen formas de aliviarla. Una primera, que indicamos en nuestro trabajo, es avanzar hacia un modelo de co-gobernanza de la política inmigratoria, en el que las regiones más expuestas se sientan partes implicadas en el debate europeo sobre cómo abordar el futuro de la inmigración. Ello requeriría estrategias de tipo bottom-up que basen la gestión de la inmigración en el conocimiento de la situación regional/local y de su capacidad potencial de acogida.

Una segunda vía pasa por la solidaridad inter-territorial. Por mucho que nos pese, es una de las principales vías para afrontar la gestión de una emergencia migratoria como la que están viviendo Canarias y Ceuta. A la espera de que se active el sistema de reubicación obligatoria de 30.000 inmigrantes llegados a los países más expuestos, contemplado en el recién aprobado Pacto de Migración y Asilo de la UE, podrían explorarse otras vías de solidaridad inter-territorial. Nos referimos, por ejemplo, a planes de reubicación de inmigrantes entre regiones de un mismo país, como se ha planteado recientemente en España para el caso de menores no acompañados, o incluso entre ciudades de distintos países.

Una tercera vía para aliviar la fatiga es reducir la incertidumbre, que es uno de sus principales motores. Para ello, destinar recursos y otras ayudas financieras de forma inmediata a los lugares que están sufriendo una emergencia migratoria, como recientemente ha prometido el vicepresidente de la Comisión Europea en su reciente visita a Canarias, es vital pero insuficiente. Es necesaria una labor de acompañamiento y asesoramiento continuados, así como un compromiso de unidad por parte de los gobiernos nacionales y las instituciones europeas, para no debilitar la confianza de los ciudadanos en las instituciones en la búsqueda de una solución ordenada y humanitaria de la inmigración. De lo contrario, nos tememos que la fatiga migratoria podría, tarde o temprano, intensificar el auge del populismo anti-inmigratorio que asola a Europa.

Artículo completo: Hierro, M. & Maza, A. (2024). Temporary protection, refugee fatigue and political discontent in EU cities of refuge. European Urban and Regional Studies.

 

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