Informe España 2050: Un comentario sobre la cohesión territorial
Por Jorge Díaz Lanchas, profesor en Universidad Pontificia Comillas-ICADE
La reciente publicación del informe España 2050 por parte del gobierno de España ha puesto sobre la mesa la necesidad de plantear análisis de prospectiva sobre multitud de dimensiones que afectan a la realidad española. Entre las áreas cubiertas por el informe, destaca la relativa a la cohesión territorial y a las recomendaciones de políticas públicas que sugiere. Que en España se realicen ejercicios de prospectiva a largo plazo sobre la cohesión territorial incorporando, además, una visión de policy, resulta ser una noticia positiva y bienvenida pues en raras ocasiones en España se realizan esta serie de ejercicios sobre cohesión territorial. Sin embargo, un planteamiento en profundidad de la problemática territorial requeriría, a mi entender, incorporar de ciertas cuestiones esenciales que no se encuentran presentes en el informe, tal y como desarrollaré a continuación.
El capítulo atiende a la desigual evolución de las grandes ciudades españolas respecto del resto del territorio. A este respecto es remarcable que el informe resalta que las diferencias espaciales no surgen exclusivamente entre la ciudad y el mundo rural, sino también entre las ciudades grandes e intermedias. Y es que uno de los mayores riesgos que sufre la economía urbana de nuestro país se encuentra en la imposibilidad de ciertas ciudades intermedias para diversificar su estructura productiva frente a las grandes ciudades españolas, las cuáles compiten a nivel global atrayendo factores cada vez más productivos dentro de un mundo cada vez más digital. En cierto modo, las dinámicas poblaciones internas y de largo plazo de las economías avanzadas ya apuntaban a que el mundo rural perdería población a ritmos acelerados frente a las ciudades. Es decir, tal fenómeno no es novedoso ni único de España. Por ello, que el informe España 2050 resalte la disyuntiva entre las ciudades grandes e intermedias, sí resulta ser un elemento adicional positivo a destacar. Incluso el mismo informe señala la íntima relación (endogeneidad) que surge entre las ciudades intermedias y los territorios rurales que las rodean cuando uno de estos dos territorios empieza a perder peso relativo. En este caso, la pérdida de peso relativo de uno de estos dos espacios impacta directamente en el otro liberando sinergias de despoblación en el medio y largo plazo. Tal sería el caso de provincias como Salamanca, Cáceres, Zamora, o Soria, entre otras.
No obstante, en este punto sería deseable que los análisis territoriales en España se centrasen en las dinámicas de las áreas urbanas y no tanto en los municipios. Mientras que los segundos son entes administrativos, los primeros trascienden a la propia organización administrativa y recogen dinámicas más propias de la concentración económica y los mercados laborales locales. Por ejemplo, las dinámicas y evolución de ciudades intermedias como Guadalajara, Toledo o Segovia resultan incompletas si su estudio únicamente atiende a sus patrones municipales y no a los propios de sus áreas urbanas o de aquellas próximas a las mismas. Siguiendo con esto, los análisis de territorial policy que saltan al debate español se tienden a enfocar en la desigualdad distribución de la población entre territorios. Aunque la población resulta ser un indicador fundamental para entender dónde se localizará la demanda potencial y la futura actividad económica, un análisis que pretenda abordar los fenómenos de cohesión territorial necesariamente ha de centrarse, casi en primer lugar, en las diferencias de productividad entre los territorios y no tanto en las diferencias de población. A este respecto, las estadísticas españolas han hecho esfuerzos importantes en la provisión pública de microdatos espaciales en los últimos años. Pero aún con ello, este esfuerzo resulta ser muy limitado para poder estudiar y conocer de una mejor manera la distribución de empresas, trabajadores e innovaciones a lo largo del territorio español. Sólo mejorando la disponibilidad de datos en abierto, podremos dar mejores soluciones al aumento de las disparidades territoriales y, más concretamente, a los problemas de la “España vacía” que tan candentes están en la actualidad.
Volviendo con el informe, éste dedica buena parte a los retos internos de las ciudades, especialmente a las problemáticas ligadas al mercado de la vivienda y a los riesgos medioambientales. Este punto bien pareciera ser una sección aparte de la temática anterior sobre cohesión territorial pues pone su énfasis, quizás excesivamente, en las dinámicas internas de las ciudades, llegando a tratarlas como entes espaciales independientes de los demás territorios. Si uno de los riesgos a largo plazo de la economía española es la incesante concentración de la actividad económica en las ciudades grandes frente a las intermedias y el mundo rural, focalizar buena parte de las políticas y recursos (escasos) en paliar problemas de las grandes urbes, no hará sino acrecentar las disparidades regionales. O dicho de otra manera, las grandes áreas urbanas poseen sinergias de atracción de factores productivos mucho más potentes que aquellas que poseen los territorios menores. Esta capacidad de atracción sólo se verá paliada si las (des)economías de congestión de las ciudades grandes acaban expulsando a los agentes económicos de estas grandes urbes. Por tanto, si las políticas públicas se centran en reducir esos costes de congestión, cabe esperar que las sinergias positivas hacia las grandes ciudades sigan manteniéndose o incluso intensificándose en detrimento del mundo rural o las ciudades menores. Si bien es importante y crucial mitigar y poner solución a los problemas energéticos, ambientales y de habitabilidad de las grandes ciudades, las políticas públicas han de ser conscientes, a su vez, de estos efectos perniciosos (de equilibrio general) que posiblemente se podrían generar en los territorios fuera de las grandes ciudades. Este posible fenómeno de segunda vuelta no se considera explícitamente en el informe España 2050, pero únicamente siendo consecuentes con estos posibles costes sobre el resto de territorios menores, podremos abordar de una mejor manera los problemas de cohesión territorial de todo el país.
Finalmente, el informe aborda con lucidez las oportunidades y beneficios que la digitalización y la transición ecológica pueden suponer para los territorios fuera de las grandes ciudades, llegando a plantear que la pandemia del Covid podría ser un punto de inflexión a favor de las dinámicas de despoblación. Este planteamiento es sugerente es interesante pero, posiblemente, aún resulte prematuro adelantar los efectos que tendrá en el mundo rural y en las ciudades intermedias la pandemia actual. No tanto por las oportunidades que abre la digitalización sobre dichos territorios, sino porque aún es pronto para entender las pautas que se han liberado con los impactos coyunturales de dicha pandemia. Si la crisis sanitaria actual desemboca en una futura crisis económica profunda, cabe esperar que los territorios menos diversificados vuelvan a sufrir en mayor medida frente a unas grandes ciudades más productivas y diversificadas. Por ello, el paso del tiempo será el que nos permita entender de qué manera las pandemias afectan a la distribución de la población y de la actividad económica a lo largo del territorio.
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