Impacto mundial del covid-19: enfoques de instituciones económicas internacionales
Por Manuel Hernández Peinado – Profesor del Departamento de Economía Internacional y de España de la Universidad de Granada (Campus de Ceuta)
En plena era de la globalización, con un ritmo creciente del fenómeno desde finales del siglo XX, en la misma época de la economía digital y los más grandes avances en el campo de la inteligencia artificial, la humanidad se ha visto sorprendida por el ataque de un virus que ha supuesto una muy grave pandemia, con unas consecuencias terriblemente preocupantes y graves en términos de vidas humanas.
En pocas semanas la economía mundial está sufriendo los terribles efectos de un virus que supone la pandemia más grave sufrida en el siglo XXI.
Instituciones económicas de ámbito internacional se han pronunciado sobre la crisis económica que se está derivando, planteando proyecciones sobre lo que puede ocurrir dentro de un escenario repleto de incertidumbres, y proponiendo respuestas al gran desafío mundial.
De ese modo, la conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) ha reconocido que la duración y la profundidad de la crisis va a depender de tres variables a considerar; en primer lugar, cuál va a ser la rapidez de propagación del virus; en segundo término, cuánto tiempo va a transcurrir hasta que se encuentre la vacuna, y por último, cuánto será el grado de eficacia de los responsables de diseñar políticas para mitigar los daños de índole física y económica.
No cabe duda que las tres variables apuntadas por la UNCTAD están rodeadas de incertidumbres, pero todas ellas vendrán a su vez acompañadas de una cuarta variable, la sensación de ansiedad de las personas, que influirá notablemente en los resultados finales de la crisis.
La UNCTAD establece dos lecturas respecto a las consecuencias económicas del COVID-19.
Por un lado, hay una opinión consensuada en la que el shock generado tiene la suficiente fuerza para poder alterar la recuperación mundial establecida en el segundo semestre de 2017, que se amparaba en estimaciones optimistas de crecimiento económico en los años sucesivos.
De acuerdo con lo anterior, se establece una doble perspectiva temporal. En el caso de que el shock sea de corta duración, podría ser suficiente para hacerle frente el hecho de implementar un paquete de medidas de políticas monetarias acomodaticias combinadas con la actuación de estabilizadores fiscales. Sin embargo, en el supuesto de que la crisis sea de mayor duración, las recetas económicas para la recuperación dependerán de suministros de liquidez sostenidos y coordinados con los bancos centrales, medidas de política fiscal más dinámicas y un impulso renovado al libre comercio y a la inversión de capital extranjero.
Por otro lado, en una segunda lectura se plantea que las consecuencias económicas dependen sobre todo de una cuestión de liderazgo y coordinación política. De este modo, la pérdida de confianza de consumidores e inversores serían los indicios más evidentes de la propagación del contagio, no obstante la deflación de los precios de los activos, la débil demanda agregada, el aumento de la deuda y el empeoramiento de la distribución del ingreso son los indicadores que plantean los mayores retos de política económica.
Desde este enfoque, se propone como respuesta eficaz no solo medidas de política macroeconómica activas y concretas, sino también una serie de políticas correctivas y reformas de carácter institucional que son precisas para establecer las bases de un crecimiento económico sostenido.
De cualquier forma, la UNCTAD está convencida que el impacto en el ingreso global estará bajo el signo de billones de dólares.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) considera la pandemia actual como la que trae consigo la tercera y la mayor crisis económica, financiera y social del siglo XXI después del 11-s y la crisis financiera mundial de 2008.
Desde la visión del propio secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, el único modo de reactivar las economías de forma rápida y contundente es con acciones inmediatas, coordinadas y a gran escala, requiriendo con urgencia una coordinación internacional en cuatro campos.
En primer término, la OCDE aboga por una coordinación internacional en el campo sanitario, con medidas que garanticen que las vacunas, una vez fabricadas, lleguen a las personas de la forma más rápida posible. Instando a los organismos reguladores como la Agencia Europea de los Medicamentos y la homóloga de Estados Unidos a trabajar de forma conjunta con el propósito de eliminar los obstáculos para las vacunas y los tratamientos.
En segundo lugar, se requiere una coordinación en las medidas de política económica que se están aplicando, asegurando un colchón financiero inmediato con el objetivo de amortiguar la crisis y acelerar la recuperación, con ayudas a los trabajadores amenazados por el desempleo y a las empresas presionadas por los pagos más inmediatos. Del mismo modo, se requieren inversiones inmediatas en el ámbito de la sanidad, con pruebas exhaustivas y tratamientos para todos los pacientes, además del apoyo a los trabajadores sanitarios, mejorando los elementos de protección en la práctica sanitaria.
Además, la OCDE considera primordial que sea más eficaz la coordinación en la regulación y supervisión financiera, con el objetivo de obtener mejores resultados en la vigilancia, el diagnóstico de tensiones emergentes y en la adopción de medidas reguladoras.
En cuarto lugar, la institución para la Cooperación subraya de forma crucial el restablecimiento de la confianza pública, lo que supone resolver problemas previos a la crisis del coronavirus, como las restricciones al comercio, en referencia a la guerra comercial entre China, Estados Unidos e incluso la Unión Europea, y que supuso una minoración de la confianza en los mercados.
Por último, el Fondo Monetario Internacional ha señalado que en 2020 se producirá la peor crisis financiera de la historia a nivel mundial debido a los efectos del coronavirus COVID-19.
Desde el FMI se hace especial referencia a tres aspectos:
En primer lugar, propone como una prioridad la contención y el fortalecimiento de los sistemas sanitarios en todo el mundo. Considerando que el impacto económico será grave, sin embargo entiende que cuanto antes se logre poner freno al virus, más rápida y pujante será la recuperación. Respalda medidas fiscales extraordinarias para dar apoyo a los sistemas sanitarios y a los trabajadores y empresas afectados, y está de acuerdo con los principales bancos centrales de flexibilizar la política monetaria.
En segundo lugar, existe una preocupación especial por la situación de los países de bajos ingresos y que están agobiados por la deuda, cuestiones que están trabajando estrechamente con el Banco Mundial para plantear soluciones.
En tercer lugar, se propone incrementar masivamente el financiamiento de emergencia. Asimismo se están reponiendo recursos para ayudar a los países más pobres a través del Fondo Fiduciario para Alivio y Contención de Catástrofes. Además de estar preparados para desplegar toda su capacidad prestable que es de un billón de dólares.
Las medidas contempladas por todas y cada una de estas grandes instituciones económicas a nivel mundial tienen una característica común, y es que reconocen que son circunstancias extraordinarias y graves, en un entorno de incertidumbres, por ello en este contexto tienen muy claro que solo luchando juntos se puede hacer frente a esta situación de emergencia, y sobre todo ofreciendo apoyo a la gente en todo el mundo.
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