La riqueza de las nociones
Por: Juan A. Vázquez García
Catedrático de Economía Aplicada
Es estupendo que surja un nuevo blog de economía, de economía regional en este caso, y que tome un nombre tan evocador como “la riqueza de las regiones”. Eso me anima a hacer el juego de escribir brevemente sobre “la riqueza de las nociones”. De las nociones de la economía, entre las que se incluye la economía regional desde luego.
La economía es una especie de árbol con muchas ramas unidas por el tronco común del razonamiento económico y ese modo de razonar y de concebir el mundo es uno de los elementos que más contribuye a definir y a identificar los perfiles de quiénes, desde un ángulo u otro, trabajamos en economía.
Si nos fijamos en los temas, las preocupaciones y los enfoques, habrá que repetir que la economía es como un árbol con muchas ramas, con tantas ramas que a veces impiden ver el bosque. Y si no llega a ser una torre de babel es porque compartimos un mismo lenguaje. En el difícil empeño de delimitar un objeto de la economía quizá no haya otro recurso más gráfico que el sugerido por el propio J.S. Mill: el de “la muralla de una ciudad que se construye, usualmente, para circunscribir las edificaciones ya existentes”. Clásicos, neoclásicos, marginalistas, liberales, marxistas, keynesianos, monetaristas, schumpeterianos, neoliberales, son algunos de los habitantes a los que circunda esa muralla. Y como si hablásemos de los diferentes barrios de esa ciudad, a la economía se le han ido poniendo apellidos: financiera, monetaria, internacional, del sector público, economía regional, desde luego.
En el original núcleo de esa ciudadela llamada economía, que ha ido creciendo imparablemente, se encuentra la economía y los economistas clásicos, la economía concebida como ciencia de la “riqueza de las naciones” (o de las regiones, como vendría al caso), como economía política cuyos principios contribuyeron a establecer Smith, Ricardo, Malthus, John Stuart Mill, como economía preocupada por el bienestar y el crecimiento, que ha constituido una preocupación casi permanente para muchos grandes economistas a lo largo de la historia.
Sobre esos cimientos han ido surgiendo nuevas construcciones que dibujan el moderno “skyline” de la ciudadela de la economía. Neoclásicos, marginalistas, utilitaristas, van incorporando nuevas concepciones y, sobre todo, nuevos instrumentos que abren paso a la economía como elegante técnica de relaciones formales. El rascacielos keynesiano encumbra a las alturas el papel del Estado como regulador de la actividad económica, marcando una impronta que, en la teoría y en la acción, ha dejado huella y perdura, y es objeto de debate, aun en nuestros días. Y más a ras de suelo, Robbins marcaría el trazo de calles y avenidas y el rumbo por el que habrían de discurrir ya los tráficos principales de la economía al definirla, seguramente con la definición más célebre y celebrada, como la ciencia de la asignación de los recurso escasos entre usos alternativos, provocando con ello el definitivo tránsito de la Economía Política a la Economía a secas.
¿Arte o ciencia? ¿Ciencia del bienestar o de la escasez? ¿Asignación o distribución de recursos? ¿Eficiencia o equidad? ¿Ingeniería o ciencia social?, son algunos de los dilemas desatados en ese proceso de construcción de la economía como ciencia, que siguen pugnando en la concepción, las orientaciones y los trabajos de economía.
La ciencia que surgió con la “riqueza de las naciones” ha alcanzado su madurez gracias a esa “riqueza de las nociones” que ahora la inspiran. El camino recto del laberinto de la economía, el tronco común que une a ese árbol con muchas ramas es el que ofrece el razonamiento económico, una forma de concebir y razonar que desarrolla el gusto por el pensamiento abstracto y, a la vez, enfrenta con realidades concretas, que permite disfrutar del razonamiento puro y combinarlo con el empirismo para tratar de entender y resolver los problemas de la sociedad, que gusta del desarrollo lógico y del razonamiento científico por su rigor conceptual, que ha logrado incorporar a la sociedad los criterios de racionalidad, eficiencia y optimización en el manejo de los recursos y ha aportado criterio y orientaciones, tantas veces desoídas, en la gestión, la política y la organización de la sociedad.
La economía puede parecer una disciplina árida, esotérica, incomprensible, pero puede cambiar la vida de las gentes, buscar su bienestar y prosperidad y eliminar la pobreza. Ése es su mejor potencial. Y ése es el objetivo que nunca debe perder de vista la economía regional