La opción federal
Todo estado-nación comprende dentro de sí un problema esencial, su delimitación territorial. La historia nos muestra que las fronteras no son inmutables, fundamentalmente por el enfrentamiento entre estados-nación vecinos, aunque también porque los ciudadanos que conviven dentro del propio estado-nación no desarrollan el mismo sentido de pertenencia, dando lugar a secesiones.
Normalmente la asimetría en los sentidos de pertenencia suelen estar asociadas a diferencias lingüísticas y religiosas, y los países reaccionan de forma distinta ante las mismas. Por ejemplo, hasta hace muy poco Gran Bretaña había reaccionado a esa asimetría mediante un estado fuertemente unitario y centralizado, mientras que Canadá ha conseguido mantener el país unido sobre la base de un sistema federal muy desarrollado.
No obstante, si atendemos a los países federales existentes en la actualidad, la opción federal no surge mayoritariamente como solución de unión de sentimientos de pertenencia asimétricos sino como resultado de la desintegración de imperios. En unos casos, los menos, para mantener unida la metrópoli (Austria o Rusia) y en otros, la mayoría, como agrupación de territorios coloniales de un imperio para constituirse en nuevos estados-nación, bien mediante la guerra con la metrópoli (USA), bien mediante la negociación forzada por guerras de baja intensidad (México o Venezuela), bien mediante procedimientos pacíficos (India, Canadá, Australia o Brasil). También existen casos especiales, como el de Alemania, donde los vencedores de la II Guerra Mundial, impusieron un estado federal, así como la disolución de Prusia, como mecanismo para difuminar del poder central alemán y evitar guerras futuras.
Finalmente, también existe el caso del federalismo como solución a sentimientos de pertenencia asimétricos. Básicamente son dos países: Suiza, que encuentra en el federalismo la solución a su eterno problema de diferencias lingüísticas y religiosas; y Bélgica, un reino que une en una estructura federal dos sentimientos de pertenencia totalmente dispares asociados a las diferencias lingüísticas y que ha encontrado muy recientemente en la transformación federal del estado la salida unitaria.
En España, en el último siglo y medio nos movemos entre la reacción tradicional británica, la imposición de un sistema centralista, y la solución suizo-belga, evolucionar hacia un estado federal. No obstante, los hechos más recientes empiezan a poner de manifiesto la dificultad de las soluciones unitarias centralistas en países democráticos, ya que mantener férreamente unido un país no evita el surgimiento de problemas secesionistas. La situación de Escocia lo evidencia.
En efecto, el férreo control centralista aplicado por siglos en Gran Bretaña, y defendido militarmente en Irlanda durante todo el siglo XX, no ha impedido que en menos de 20 años este país haya pasado de ser efectivamente un “reino unido” a ser el país con mayores problemas de secesión (el referéndum para la devolución de poderes a Escocia fue en 1997 y el referéndum de independencia frustrada fue en 2014). Esto es así porque cuanto más sólida es la democracia más difícil es mantener imposiciones y más fácil es que los ciudadanos busquen un poder más cercano. La unidad en democracia no se impone si no es por el convencimiento de que unidos nos va a ir a todos mejor.
Por tanto, si la experiencia británica pone de manifiesto que la centralización férrea no garantiza la convivencia unida y los ejemplos Suizo, sobre todo, y Belga parecen aportar la posible salida unitaria ¿No será razonable explorar esta vía en España?